Tarde lagunera, soleada y fresca.
Desde la Mesa Mota se divisa la Vega apacible. Sentado junto al monumento que conmemora
el desastroso accidente aéreo del 27 de marzo de 1977 en el que perdieron la
vida 583 personas y 61 sobrevivieron, tras el choque de dos Boeing 747 de las compañías
KLM y PanAm, escultura que simboliza “una escalera de caracol, y, al mismo
tiempo, una escalera de caracol que es una escultura. El tema es la espiral
como símbolo de la eternidad…..En un momento dado, la escultura parece moverse
hacia arriba, pero de repente la forma de espiral de los escalones termina. Se
puede ver como un final abierto, pero también como un movimiento infinito.
Parece un movimiento incompleto, interrumpido bruscamente, como las vidas de
las víctimas. Pero, tan alto en la montaña, la escalera tiene un contacto sutil
con el aire, con el infinito cielo estrellado, como si lo rozara” como lo
describe la página Web oficial del monumento Conmemorativo Internacional.
Sumido estaba en estos
pensamientos cuando me suena el móvil avisándome de una publicación del Facebook.
Era una foto que destacaba una frase de Fernando Savater acerca de la
educación. El paralelismo con el significado de la escultura me pareció evidente:
la educación mantiene esa pretensión de contacto sutil con el aire, con el
cielo estrellado, con el presente y el futuro de los educandos. ¡Es un acto de
coraje! Los que no lo entienden así deberían abstenerse.
Desde esta privilegiada atalaya
lagunera los pensamientos acerca de la educación se mezclan con la visión de
esta escultura, de su significado, de su trágica razón de existir. No puedo
menos que pensar en los monumentos levantados en tantos y tantos centros
escolares cada vez que no apreciamos, despreciamos o menospreciamos el sentido
de la educación, el compromiso con las jóvenes generaciones, la vocación de
servicio al servicio de la docencia.
Menos mal que la idílica visión lagunera y el
persistente fresco alejan estos pensamientos lejos, muy lejos, para dejar el
horizonte despejado y poder recrearnos con la visión de tantos y tantos
profesionales que día a día muestran y demuestran su coraje comprometidos con
la educación, con la enseñanza, con el trabajo silencioso y diario en las
aulas, haciendo posible que aquella frase de Newton: “lo que sabemos es una
gota de agua; lo que ignoramos es el océano”, no sea más que el acicate para seguir
aprendiendo, educando y educándonos.