lunes, 25 de febrero de 2013

EDUCACIÓN


 

Tarde lagunera, soleada y fresca. Desde la Mesa Mota se divisa la Vega apacible. Sentado junto al monumento que conmemora el desastroso accidente aéreo del 27 de marzo de 1977 en el que perdieron la vida 583 personas y 61 sobrevivieron, tras el choque de dos Boeing 747 de las compañías KLM y PanAm, escultura que simboliza “una escalera de caracol, y, al mismo tiempo, una escalera de caracol que es una escultura. El tema es la espiral como símbolo de la eternidad…..En un momento dado, la escultura parece moverse hacia arriba, pero de repente la forma de espiral de los escalones termina. Se puede ver como un final abierto, pero también como un movimiento infinito. Parece un movimiento incompleto, interrumpido bruscamente, como las vidas de las víctimas. Pero, tan alto en la montaña, la escalera tiene un contacto sutil con el aire, con el infinito cielo estrellado, como si lo rozara” como lo describe la página Web oficial del monumento Conmemorativo Internacional.
 

Sumido estaba en estos pensamientos cuando me suena el móvil avisándome de una publicación del Facebook. Era una foto que destacaba una frase de Fernando Savater acerca de la educación. El paralelismo con el significado de la escultura me pareció evidente: la educación mantiene esa pretensión de contacto sutil con el aire, con el cielo estrellado, con el presente y el futuro de los educandos. ¡Es un acto de coraje! Los que no lo entienden así deberían abstenerse.

Desde esta privilegiada atalaya lagunera los pensamientos acerca de la educación se mezclan con la visión de esta escultura, de su significado, de su trágica razón de existir. No puedo menos que pensar en los monumentos levantados en tantos y tantos centros escolares cada vez que no apreciamos, despreciamos o menospreciamos el sentido de la educación, el compromiso con las jóvenes generaciones, la vocación de servicio al servicio de la docencia.

 Menos mal que la idílica visión lagunera y el persistente fresco alejan estos pensamientos lejos, muy lejos, para dejar el horizonte despejado y poder recrearnos con la visión de tantos y tantos profesionales que día a día muestran y demuestran su coraje comprometidos con la educación, con la enseñanza, con el trabajo silencioso y diario en las aulas, haciendo posible que aquella frase de Newton: “lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es el océano”, no  sea más que el acicate para seguir aprendiendo, educando y educándonos.

martes, 5 de febrero de 2013


EL MUNDO DEL BONSÁI

            Bonsái, literalmente planta enmacetada, en sus orígenes se empleó para el traslado de plantas en los grandes viajes. Posteriormente, se adoptó como método para recrear paisajes. Es a partir de aquí cuando toma el actual sentido cultural que le damos a la palabra bonsái. Debido a la acción del artista sobre el objeto natural, éste se transforma en objeto cultural: en bonsái. También el arte del bonsái forma parte de la evolución, interviniendo en el proceso la historia, la filosofía, la poesía, la religión, la pintura, etc.

            Todo este proceso evolutivo que tiene lugar en la India, China, Japón y Corea, puede ser comparado con el mismo proceso que en occidente se le llamó Ilustración y que, en botánica, dio lugar a la creación de los jardines botánicos como lugar donde mostrar las distintas y diversas plantas obtenidas en los innumerables viajes de la época.
            Podemos decir que el arte del bonsái se ha convertido en un símbolo vivo y permanente de la relación del hombre con la naturaleza de la que forma parte y de su evolución natural y cultural.

            El mundo del bonsái  se dio  a conocer en occidente, de una forma definitiva, a través de las exposiciones universales de París y Londres celebradas a finales del siglo XIX. En la actualidad se ha convertido en un arte universal. El propio ex Presidente del gobierno español Don Felipe González tenía una estupenda colección particular que donó al CSIC en 1996, tras abandonar La Moncloa, y que se encuentra en el Real Jardín Botánico.

            Como dice un poema japonés, una mota de polvo contiene la tierra entera; cuando una flor se abre, el mundo entero viene a nacer. Y es que la naturaleza es inmensa e íntima: los árboles en su estado natural son el modelo para imaginar y crear un bonsái. En canarias tenemos el claro ejemplo de las sabinas de El Hierro que dan forma al estilo barrido por el viento que se convierte en modelo por su expresividad y dinamismo, por su fuerza y vitalidad, por su singularidad y poética individualidad.

            El arte del bonsái es, pues, la búsqueda ininterrumpida, nunca acabada, de la integración del hombre con la naturaleza: la personificación de una filosofía de la vida. Un anónimo budista dice no sigas las huellas de los antiguos; busca lo que ellos buscaron. Por eso cada bonsái es distinto, nuevo, irrepetible. Presento aquí algunos de mis bonsáis; todos diferentes; todos iguales; todos buscando lo que los antiguos buscaron……La primera fotografía es de una Glicinia (Wisteria chinensis) que tiene ocho años en maceta; la segunda es un Ficus que tiene once años en maceta; la tercera es una Buganvilla (Bouganvillea spp.) que tiene ocho años en maceta.


Recojo crisantemos al pie del haya

Y contemplo en silencio las montañas del sur;

El aire de la montaña es puro en el crepúsculo

Y los pájaros vuelven en bandadas a sus nidos.

Todas estas cosas tienen una significación profunda,

Pero cuando intento explicarla

Se pierde en el silencio.

Chuang-Tzu

 

            Espero que este pequeño artículo sirva para conocer un poco más el arte del bonsái pero, sobre todo, para admirar y respetar la naturaleza; para recrearla y donarla a las generaciones futuras al menos en el mismo estado en el que la hemos recibido de nuestros antepasados.

Juan Luís Alemán