sábado, 11 de mayo de 2013

"BOBITO"


                El calor es insoportable. De hecho, acabo de salir de la ducha ahorrándome el trámite de  la toalla. La temperatura ambiente es tan alta y la humedad tan elevada que las pocas gotas que sobreviven caen con desgana por mi piel desnuda. La sensación de placer que me produce el contacto de mis desnudos pies con la cerámica del baño sólo es comparable a aquellos furtivos baños de juventud, como Dios nos trajo al mundo, en las noches mágicas, calurosas y voluptuosas de San Juan en la playa.
                El sonido del móvil desvía mi atención. Por el tono, sé que no es una llamada. Probablemente un mensaje de texto, un correo o un Wassap. Como ferviente creyente de las nuevas tecnologías decidí acudir raudo a su llamada como cualquier feligrés a misa tras la llamada de la campana. Era una vieja amiga que me mandaba un Wassap. Mientras lo abría recordé un artículo de Antonio Gala leído en las implacables tardes del mes de agosto madrileño al fresco del Parque del Retiro, titulado “Antiguo amor, viejo amigo”.  

                - Hola!
                - ¿Por ahí hace el mismo calor? Me acabo de duchar y ya estoy sudando. Ni siquiera tuve que secarme. ¿Te acuerdas de aquellas noches Sanjuaneras? Si te apetece recordarlas, llámame. Kiss.

                Me quede helado. ¡Qué coincidencia! No sabía que responderle. Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma, como decía Cortázar. Por mi mente comenzaron a desfilar las cálidas noches, las románticas noches de amor donde no hay sol. Torpemente mis dedos comenzaron a teclear en el móvil  sin saber muy bien lo que escribir: “Dime dónde y nos perdemos juntos”. No, eso no. Ya me gustaría, pero no puede ser. “Ok. Y nos pasaremos la noche besándonos hasta extinguirnos” Uff, que va. Demasiado pretensioso.

                Cerré el Wassap. Los recuerdos se atropellaban en mi mente. Puse un poco de música para intentar ordenarlos. Ni siquiera me fije en el Dvd que comenzó a sonar. Sabina, el poeta urbano que descubrí en los madriles de los años ochenta, entre bocadillos de calamares, cervezas y postres de Gin Tonic, me recitaba con su peculiar voz: “Contigo he comprendido que la humedad es algo que se seca y se olvida. Gracias a ti he sabido que la verdad es sólo un cabo suelto de la mentira”. Mientras le daba vueltas en la cabeza, me dirigí a la ducha y, bajo su refrescante chorro, comencé a refrescarme. Y no sólo el cuerpo.
                “Tus labios son la manera de endulzarme la vida”. Upss!! ¿Por qué solamente me salían viejas frases que nos habíamos dicho? En realidad me gustaban sus labios. Y me gusta recordarlos: cómo besaban, como se entreabrían para recibir los míos, cómo huían, cómo sabían, cómo olían…. “¿Desea eliminar el mensaje?” SI. Entonces inserté un emoticón –el de la sonrisa amplia- y deslice mis dedos sobre el pequeño teclado: “Iba a decir que me gustas y se me deslizo una sonrisa”. Esta vez, la duda hizo que tardara más de la cuenta en borrarlo. Pero sucumbió igualmente en el país de los sentimientos no dichos.

                Después del tercer Vodka caramelo con mucho hielo, ¿o era el cuarto? , decidí contestarle. Cogí el móvil, tecleé la clave, abrí el Wassap y comencé a escribir:

                - Hola!
                - ¡Qué exagerada eres! No es para tanto el calor. ¡Claro que me acuerdo de aquellas noches! Pero ya sabes que plátano maduro no vuelve a verde. A ver si nos vemos. Besos.

                Le di a enviar y, con la misma rapidez que salía el mensaje, se escucho en mi interior el calificativo ¡¡BOBITO!! Y es que a la vida no la enseña nadie……
 


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