El
calor es insoportable. De hecho, acabo de salir de la ducha ahorrándome el
trámite de la toalla. La temperatura
ambiente es tan alta y la humedad tan elevada que las pocas gotas que sobreviven
caen con desgana por mi piel desnuda. La sensación de placer que me produce el
contacto de mis desnudos pies con la cerámica del baño sólo es comparable a
aquellos furtivos baños de juventud, como Dios nos trajo al mundo, en las
noches mágicas, calurosas y voluptuosas de San Juan en la playa.
El
sonido del móvil desvía mi atención. Por el tono, sé que no es una llamada.
Probablemente un mensaje de texto, un correo o un Wassap. Como ferviente
creyente de las nuevas tecnologías decidí acudir raudo a su llamada como cualquier
feligrés a misa tras la llamada de la campana. Era una vieja amiga que me
mandaba un Wassap. Mientras lo abría recordé un artículo de Antonio Gala leído en
las implacables tardes del mes de agosto madrileño al fresco del Parque del
Retiro, titulado “Antiguo amor, viejo amigo”.
-
Hola!
-
¿Por ahí hace el mismo calor? Me acabo de duchar y ya estoy sudando. Ni
siquiera tuve que secarme. ¿Te acuerdas de aquellas noches Sanjuaneras? Si te
apetece recordarlas, llámame. Kiss.Me quede helado. ¡Qué coincidencia! No sabía que responderle. Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma, como decía Cortázar. Por mi mente comenzaron a desfilar las cálidas noches, las románticas noches de amor donde no hay sol. Torpemente mis dedos comenzaron a teclear en el móvil sin saber muy bien lo que escribir: “Dime dónde y nos perdemos juntos”. No, eso no. Ya me gustaría, pero no puede ser. “Ok. Y nos pasaremos la noche besándonos hasta extinguirnos” Uff, que va. Demasiado pretensioso.
Cerré
el Wassap. Los recuerdos se atropellaban en mi mente. Puse un poco de música
para intentar ordenarlos. Ni siquiera me fije en el Dvd que comenzó a sonar.
Sabina, el poeta urbano que descubrí en los madriles de los años ochenta, entre
bocadillos de calamares, cervezas y postres de Gin Tonic, me recitaba con su peculiar
voz: “Contigo he comprendido que la humedad es algo que se seca y se olvida.
Gracias a ti he sabido que la verdad es sólo un cabo suelto de la mentira”.
Mientras le daba vueltas en la cabeza, me dirigí a la ducha y, bajo su
refrescante chorro, comencé a refrescarme. Y no sólo el cuerpo.
“Tus
labios son la manera de endulzarme la vida”. Upss!! ¿Por qué solamente me salían
viejas frases que nos habíamos dicho? En realidad me gustaban sus labios. Y me
gusta recordarlos: cómo besaban, como se entreabrían para recibir los míos, cómo
huían, cómo sabían, cómo olían…. “¿Desea eliminar el mensaje?” SI. Entonces
inserté un emoticón –el de la sonrisa amplia- y deslice mis dedos sobre el
pequeño teclado: “Iba a decir que me gustas y se me deslizo una sonrisa”. Esta
vez, la duda hizo que tardara más de la cuenta en borrarlo. Pero sucumbió
igualmente en el país de los sentimientos no dichos.
Después
del tercer Vodka caramelo con mucho hielo, ¿o era el cuarto? , decidí
contestarle. Cogí el móvil, tecleé la clave, abrí el Wassap y comencé a
escribir:
-
Hola!
-
¡Qué exagerada eres! No es para tanto el calor. ¡Claro que me acuerdo de
aquellas noches! Pero ya sabes que plátano maduro no vuelve a verde. A ver si
nos vemos. Besos.
Le
di a enviar y, con la misma rapidez que salía el mensaje, se escucho en mi
interior el calificativo ¡¡BOBITO!! Y es que a la vida no la enseña nadie……
No hay comentarios:
Publicar un comentario