Disfrutaba
del momento con una fruición propia de la niñez. Aquella que en su pueblo natal
olía a almendros en flor y tajinaste. En la costa, el olor a mar inundaba el
ambiente y enmascaraba los que bajaban de las medianías. A caballo entre ellos
creció y se empapó de olores y sabores que ahora recordaba con inusitada
sensación. Entre sus manos descansaba, como un niño en el regazo de su madre,
el último libro que colocaría en su recién estrenada biblioteca.
Definitivamente se sintió satisfecha de la obra realizada, mientras recorría
con sus ojos aquella pequeña obra que contenía tanto saber.
De
sus labios de sirena salió un murmullo, una expresión de placer definitivo, una
constancia del saber acumulado: “finis coronat opus”. Con la elegancia del
erizo se dirigió a la cocina y se preparó un té. Mientras se lo tomaba con unas
pastas que había comprado en “La Princesa”, recordó cada una de las lecturas
que la habían hecho tan feliz; cada una de las que le habían dado la
oportunidad de viajar; cada una de las que le habían enseñado los sentimientos
más recónditos del alma humana. Definitivamente sentía una gran satisfacción y
estaba orgullosa de sí misma y de su
obra.
La
Sirena, como ella misma se llamó un día mientras comentaba un artículo
publicado por un desconocido autor, se sentó pausadamente en el sillón, encendió
la luz de la lámpara de pié, se acomodó las gafas de leer y se dispuso a
evocar, a salto de libros, los interminables volúmenes que había digerido a lo
largo de su historia: literatura española y sudamericana, literatura universal,
poesía, estudios históricos, tratados de todo tipo, obras universales de
obligada lectura, etc. Entretanto, La Laguna, se vestía de noche. Desde la
calle se vislumbraba una tenue luz a través de la ventana que advertía de la
presencia de mundos imaginarios, novelescos, en los que la sirena se sumergía
como pez en el agua.
Comenzó
recordando a los Argonautas que
lograron atravesar el estrecho de Mesina siguiendo el melodioso canto de Orfeo,
mientras escapaban de las extraordinarias voces de las sirenas, a la vez que sufría con Odiseo, atado al mástil de su
barco deseoso de escucharlas, mientras se retorcía de dolor al alejarse de su
cautivador canto. Una irónica mueca se asomó a sus labios de sirena al recordar
a un conocido que utiliza el verbo cual “canto de sirena” para elaborar un
discurso con palabras agradables y convincentes, pero que esconden alguna
seducción o engaño.
Siguió
buceando con su grácil cuerpo de sirena por las procelosas aguas del océano
literario cuando se topó de lleno con el
arrecife transgresor de Steinbeck: Las
uvas de la ira. Un rictus de preocupación arrugó su entrecejo al recordar los contratiempos de la familia Joad al tener
que abandonar Oklaoma para buscarse la vida debido a las injustas condiciones
que los expulsaban de sus tierras. Su
espíritu crítico la hizo volver al presente y juzgar como injusta la actual
situación de España que vive una etapa de profunda injusticia económica y
política.
Decidió,
entonces, sumergirse en aguas más templadas. Cual sirena lujuriosa se acercó,
sigilosa, a las obras que tratan el sempiterno tema del amor desde todas sus
vertientes: Madame Bovary, de Gustave
Flaubert; El amante de Lady Chatterley, de
D.H. Lawrence; Trópico de Cáncer, de Henry
Miller; Anna Karenina, de Tolstói; El amor en los tiempos del cólera, de García Márquez, etc. Se deleitó recordando sus sensuales escenas,
sus lujuriosos encuentros, sus románticas citas, sus turgentes descripciones
eróticas, las rupturas de tabúes
convencionales.
Tan
a gusto estaba en estas aguas que no se percató del paso del tiempo. Diríase
que estaba como pez en el agua. Sus ojos de ensoñación y encanto transmitían una
paz indescriptible. Prueba de ello es que en el cenicero sólo había dos colillas.
Ni siquiera se dio cuenta que el teléfono estaba sonando hasta que oyó su
propia voz que decía: “Hola. Acabo de salir a nadar. Si te apetece zambullirte hazlo
al escuchar la señal. Gracias”. Y tras un estridente pitido, se escuchó: ¡Buenas! Estoy en el centro comercial delante
de una oferta de Moët Chandon Impérial BRUT. ¿Cuándo la inauguramos?....Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
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